
No mucho para ver.
La mañana siguiente fue de reuniones y lluvia al caer la tarde.
La mañana siguiente fue de reuniones y lluvia al caer la tarde.
Salir de esas desconcertantes estructuras protosoviéticas, hoy recicladas en centros de congresos, no poder orientarte en la ciudad a la que acabas de llegar, que llueva horas sin parar, vestir traje y llevar un maletín con portátil, no tener paraguas y no saber dónde o cómo coger un taxi son situaciones que, si son simultáneas, puede llegar a estresarte y mucho.
Pero bien, a pesar de este comienzo desolador, al día siguiente me encontré con una ciudad bellísima, pequeña, elegante. Preciosas calles antiguas y barrocas se funden con una arquitectura modernista allí donde el terremoto de 1895 hirió a la ciudad. Un río que la atraviesa, terrazas que invitan a tomar café, los magníficos tres puentes, las iglesias, un castillo en lo alto de la colina y una vista panorámica de los Alpes nevados que te sorprende en las esquinas.
Visitar Liubliana puede llevar poco tiempo, pero disfrutarla sin prisas sería lo ideal.
Pero bien, a pesar de este comienzo desolador, al día siguiente me encontré con una ciudad bellísima, pequeña, elegante. Preciosas calles antiguas y barrocas se funden con una arquitectura modernista allí donde el terremoto de 1895 hirió a la ciudad. Un río que la atraviesa, terrazas que invitan a tomar café, los magníficos tres puentes, las iglesias, un castillo en lo alto de la colina y una vista panorámica de los Alpes nevados que te sorprende en las esquinas.
Visitar Liubliana puede llevar poco tiempo, pero disfrutarla sin prisas sería lo ideal.