Bien podías ser porque sus amos recogieran siempre la mierda de sus perros o bien porque en el barrio no había perros.
Era muy cerca del Berlaymont, todos funcionarios, profesionales y becarios no estables del entorno europeo que seguramente no habían pensado en comprarse un perro para mitigar la soledad.
Ahora me he cambiado de casa y vivo en un barrio normal más bruselense y para llegar a la oficina debo andar 10 minutos. 

Siempre voy por la rue de la Brabançonne, que viene a ser la calle del Himno, muy bonita, arbolada, y que termina en la plaza Ambiorix (que merece un párrafo aparte).
La cuestion es que en esa calle, frente a un edificio de apartamentos en la esquina de la rue de l´Abdication, hay un cartel que indica una letrina de perros a escasos metros.
Lo más curioso es que tanto los perros como sus amos se cagan literalmente en el cartel, y los que andamos sin perro tenemos que andar sorteando su actitud irreverente depositada entre las piedras.
Todos los días, mucha caca de perro, mucha. Todos los perros del barrio y seguramente también los que vienen de visita.
Obviamente si vas andando distraido, concentrado o admirando el cielo gris, seguramente te llevarás un asqueroso souvenir incrustado en la suela de goma de tus zapatos.
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