Domingo, 33º C, son las siete de la mañana. Ola de calor en Europa y también aquí.
Nos vamos hacia el sur, en una camioneta con poco aire acondicionado.
Visitamos una granja orgánica y museo en la puszta seca. (Conocí la puszta húmeda el año pasado cuando tuve que ir a Debrecen y todavía no tenía blog).
Comimos chorizo, queso, moscas y vino.
Llegó un grupo de belgas en un carro y les sacaban fotos a los perros de la casa, a los árboles, a las gallinas en el corral. Me parecía surrealista, no sé si por los efectos del vino o del sol o de los belgas. Una curiosa costumbre, la camioneta en la que nos transportaban siempre la estacionaron al sol.
Nos vamos hacia el sur, en una camioneta con poco aire acondicionado.
Visitamos una granja orgánica y museo en la puszta seca. (Conocí la puszta húmeda el año pasado cuando tuve que ir a Debrecen y todavía no tenía blog).
Comimos chorizo, queso, moscas y vino.
Llegó un grupo de belgas en un carro y les sacaban fotos a los perros de la casa, a los árboles, a las gallinas en el corral. Me parecía surrealista, no sé si por los efectos del vino o del sol o de los belgas. Una curiosa costumbre, la camioneta en la que nos transportaban siempre la estacionaron al sol.
Cada vez que teníamos que subir era un poco como enfrentarse a la puerta del horno y afrontar una cremación temprana.
De allí a un show de caballos con unos hombres en típicos trajes azules, chasqueando los látigos y haciendo algunas pruebas con los caballos. Cada vez que pasaban al galope, la tribuna se llenaba de polvo, bajo el sol, entre los tábanos.
De allí nos llevaron a comer, a un típico restaurante. Tres sopas: goulash, ragou y una sopa fría de cerezas y yogurt que pensé que era el postre, pero no. Sorpresa, un pan de chicharrones pero con otro nombre. Después llegó la comida: lechón, pollo relleno, pescado frito, verduras rebosadas, todo muy liviano. Ya estábamos en los 37º C a la sombra. Por mis súplicas felizmente estacionaron la camioneta a la sombra. Las moscas nos atacaron durante la comida y discutieron su estrategia en la mesa. Después nos enseñaron un lugar protegido, con casa típicas originales, de los primeros habitantes de la Puszta seca. Volvimos al hotel a eso de las 7 de la tarde. La temperatura había bajado a 33ºC. Me desmayé sobre la cama por una hora.
De allí a un show de caballos con unos hombres en típicos trajes azules, chasqueando los látigos y haciendo algunas pruebas con los caballos. Cada vez que pasaban al galope, la tribuna se llenaba de polvo, bajo el sol, entre los tábanos.
De allí nos llevaron a comer, a un típico restaurante. Tres sopas: goulash, ragou y una sopa fría de cerezas y yogurt que pensé que era el postre, pero no. Sorpresa, un pan de chicharrones pero con otro nombre. Después llegó la comida: lechón, pollo relleno, pescado frito, verduras rebosadas, todo muy liviano. Ya estábamos en los 37º C a la sombra. Por mis súplicas felizmente estacionaron la camioneta a la sombra. Las moscas nos atacaron durante la comida y discutieron su estrategia en la mesa. Después nos enseñaron un lugar protegido, con casa típicas originales, de los primeros habitantes de la Puszta seca. Volvimos al hotel a eso de las 7 de la tarde. La temperatura había bajado a 33ºC. Me desmayé sobre la cama por una hora.
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